DESCRIPCIÓN:
La Bodega Avelino Vegas adquiere en 2017 una pequeña instalación, dedicada a hacer un vino familiar de pequeña producción, en un enclave estratégico dentro de la Ribera del Duero en el límite que separa los términos municipales de Peñafiel y Pesquera de Duero, en la estrecha franja que se forma entre el río y la carretera que une ambos municipios.
La familia Vegas decide situarse en esta zona, a orillas del Duero, con la finalidad de potenciar su presencia en la Denominación de Origen con vinos de alta calidad, invirtiendo y ampliando unas instalaciones existentes y adquiriendo viñas próximas o terrenos cercanos donde plantar más viñedo, con una visión a largo plazo en la que se contempla el enoturismo y los eventos como una opción ligada a la actividad de la bodega.
El edificio construido en la propiedad data de 2011 y consiste en un paralelepípedo de dos plantas con formato industrial, cerrado mediante paneles de hormigón prefabricado teñido en tonos rojizos, carente de interés arquitectónico.
Bodega Avelino Vegas 2020
Por otro lado, las dimensiones originales eran reducidas para la producción que se pretendía obtener, por lo que el encargo recibido tuvo dos vertientes: por un lado, ampliar el edificio con la incorporación de un botellero y, por otro, proporcionar al cerramiento actual un nuevo revestimiento más eficiente y noble, que dotase al conjunto de una imagen más determinante y contundente.
Además, la intervención debía dejar margen suficiente para una futura ampliación de la zona de elaboración.
La posición natural del botellero es adosada a las salas de barricas, dada la íntima relación que debe existir entre ambos espacios, pero, además, los propietarios siempre tuvieron claro que la ampliación debía ir ganando altura desde el fondo hacia la fachada principal con el objetivo de ocultar la construcción original de las vistas en el sentido de Peñafiel a Pesquera.
El proyecto nace apoyándose en las sugerencias recibidas, que estaban cargadas, por otra parte, de sentido común.
Para alcanzar los objetivos citados se proponen dos intervenciones:
Un nuevo cuerpo con planta en C que constituye la ampliación del botellero y abraza el costado sureste de la edificación existente -al lado de la sala de barricas-, el cual va ganando altura con el doble objetivo de cubrir lo existente y de proporcionar una relación entre dos terrazas que se encuentran a distinta cota, mediante una rampa suavemente ascendente que recorre la nueva cubierta. Este elemento adosado se conforma como una pieza maciza, tallada, en una suerte de pieza de papiroflexia faceteada, completamente opaca, como exigen las condiciones del botellero.
Por otra parte, se plantea una nueva envolvente para las fachadas, que pasó por distintas propuestas preliminares: acero corten perforado, lamas verticales de madera, lamas verticales de resina y, finalmente, la construida: una fachada ventilada de piedra caliza Alba con acabado apomazado, con un despiece en bandas horizontales que irán coincidiendo y “redibujando” los huecos existentes de fachada.
El cuerpo de la ampliación pasó, así mismo, por varias fases preliminares, pues inicialmente la idea era que este juego de planos plegados tuviese lectura también por el interior del edificio. Se pensó en una estructura de madera de roble laminada como la mejor opción para conseguir este objetivo, pero terminó siendo de hormigón prefabricado por razones de coste. Ocurrió lo contrario con el revestimiento de este volumen, que comenzó siendo de zinc y acabó siendo de cobre. Y éste, a su vez, terminó dejándose oxidar de forma natural, cuando la propuesta inicial era forzar su oxidación para obtener tonos en verde y marrón, que no era posible conseguir de forma natural en este entorno al no existir agresividad ambiental.